ANUNCIARSE ¿Cuestión de prestigio?
ANUNCIARSE ¿Cuestión de prestigio?
ANUNCIARSE ¿Cuestión de prestigio? Siempre que veo un anuncio, sea este pequeño, grande, espectacular, modesto, reiterativo o escueto, me suelo hacer una pregunta; ¿es real o es un despliegue de recursos?
En nuestro trabajo la observación es importante. Y no solo la observación del paciente en cuanto a sus síntomas, sino escudriñando la esfera que le envuelve y las otras esferas, que como círculos concéntricos, forman las capas que influyen en sus emociones y conductas.
INFLUIR
La publicidad es una tupida red que influye en el funcionamiento psicológico de las personas. Como dicen algunos autores, “altera” ese funcionamiento. Lo condiciona, lo sugestiona. Un ejemplo es la reiteración. Otros mecanismos, son la persuasión, la motivación y la creatividad. Pero eso no implica necesariamente que el producto sea efectivo.
Cuando un individuo ve un anuncio publicitario, ¿sabe realmente si lo que ofrece es real? Imaginen un anuncio que ponga: “más de mil personas han visitado nuestras instalaciones”. Pero ¿va a poner que 700 han huido por la puerta de emergencia, si fuera el caso? ¿Sabemos si de verdad son mil personas? Simplemente leemos, pero no vemos.
Confiamos en que lo anunciado sea veraz. En algunos casos, aunque no se altere el anuncio deliberadamente para atraer clientes, ¿de verdad, responden las expectativas creadas al resultado que vamos a encontrar?
CONDICIONAR
Hay muchas y sutiles líneas que esta sociedad utiliza. Son códigos adoptados que hace que enfermemos. Normalmente es la suma de varios las que hacen temblar los cimientos, físicos y psíquicos. Cuando los síntomas nos inundan, la desesperación nos aboca a la búsqueda de un alivio urgente y ese anuncio tan atrayente nos produce ya un cierto alivio inmediato. Pero un anuncio, ¿realmente garantiza la realidad de lo que ofrece?
A veces solo puede ser una cuestión económica. La posibilidad que tu poder adquisitivo te ofrece de tener ventajas a la hora de contratar un anuncio impactante y no necesariamente eficiente. Lo pueden ver más claro en la atractiva publicidad de un restaurante, donde el guiño a la novedad, exclusividad, refinamiento o fusión, va incluido con su alto precio. El condicionamiento es “te anunciamos algo bueno y lo pagas”. Pero, ¿seguro que es bueno? Si es así, bien pagado esta.
Un anuncio ofrece, no garantiza. Incluso aunque lleve esa etiqueta en su rotulo. El cocinero, “chef”, para los más “cool”, de ese restaurante, puede que, tras terminar su jornada, salga de la cocina y se meta en la tasca de al lado a comerse una fabada asturiana de las que te dejan el cuerpo nuevo y un setenta por ciento más barato. El mismo truco funciona al revés. Cuando el reclamo es la cuestión económica. Entonces lo atrayente es ofrecer un servicio barato y extenso, donde poco a poco, tu dinero va cayendo en un denso bucle de humo que se difumina en un pozo sin fondo. La inversión finalmente resulto cara por lo estéril.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
Pero todo esto a lo mejor no es lo que pretende el anuncio. Puede que estemos inmersos en un código en el que el propio canal, sea lo importante. No su resultado final. El prestigio de llevar esa marca, no su calidad. La notoriedad de ir a ese restaurante, no su sabor. El respeto ante la adversidad de ir a ese psicólogo, no su entrega, su efectividad o su flexivilidad..
El acto de venderse puede ser una cuestión de habilidades. De hacer atractivo un producto que capte nuestra atención, no necesariamente que resuelva nuestra consulta.
SEPARAR EL GRANO DE LA PAJA
Hace unos meses asistí a una conferencia donde un Couch, (a este termino cajón de sastre habrá que dedicarle también una reflexión) se entretuvo en dedicar los primero 15 minutos en hacer un despliegue de recursos técnicos y audiovisuales que te mandaba el mensaje de mira que bueno debo ser porque mira como me estoy vendiendo. En cuanto abrió la boca, y no habían pasado más de 10 minutos, el contenido de la información resulto ser de lo más manido que se podía escuchar. Una recopilación de frases sacadas de libros de auto-ayuda trillados y reiterativos, eso, sin reparar en la exposición llena de clichés, tópicos y manierismo, que reflejaba una gran falta de personalidad, construyendo un postizo y mil veces copiado esteriotipo.
No obstante, por los comentarios de ciertos oyentes cuando finalizo el evento, el despliegue les había fascinado tanto que no importo lo banal del producto. El envoltorio se había convertido en algo más interesante que su contenido.
ANZUELOS CAMUFLADOS
Vayamos por donde vayamos, la publicidad lo inunda todo. A veces, publicidad oportunista que coloca delante de nuestras narices lo que queremos ver, incluso creer. Otra cosas es encontrar. Un anuncio pretende llegar al mayor número de personas. Pero no todas las personas miran igual un anuncio. En nuestra profesión, muchos ofrecen atractivos mensajes y estupendos y costosos carteles de sus servicios. Confeccionan estrategias de estudio de cómo enganchar a ese probable paciente. Han invertido tiempo a una logística de colocación delante de organismos de sanidad, o de entidades que tienen que ver con sus intereses. Acortan distancias inundando «platós» donde el mejor anuncio es su imagen.
OBJETIVOS
Mientras otros, aparte de anunciarnos, a lo mejor, en nuestra terca ignorancia, dedicamos tiempo a desarrollar una compresión mayor de nuestro trabajo, y de nuestros fracasos. Sacar un aprendizaje, ya que no hay metodos milagrosos, pues estos, quedan limitados ante la complejidad de la psique humana y de la multiplicidad de influyentes variables que nos hacen enfermar. Con lo fácil que seria dejarse llevar por el “mantra” publicitario ¡HAZTE VISIBLE! Y ¿para que? ¿Por una cuestión económica? Al final se acaba viendo “el cartón piedra”. Bien es cierto, que si hacemos publicidad es para perseguir ese objetivo. Y si ese es el objetivo, tampoco estaríamos engañando a nadie. Ya se sobreentiende.
La cuestión es diferenciar al encantador de serpientes. Al que igual te vende un tarro de crema que te quita una depresión llenándote de píldoras positivas y carentes de realidad. Al manipulación de mentes para consumir, o lo que es peor: aprender a consumir salud, sin llegar a encontrar la salud. En psicología esto seria como vender estricnina a una persona con síndrome de Munchausen. Aunque es nuestro medio de vida al que tenemos derecho, no podemos ir contra natura. No podemos mezclar mercados teniendo la perspectiva de caja registradora. La veracidad debe estar por encima de la cantidad. La empatia por encima de la busqueda de enriquecimiento. Y nuestra eficacia por encima de un atractivo y certero anuncio. A veces, uno sencillo y sincero o el boca a boca de siempre es más impactante.