EL DARSE CUENTA 

 El darse cuenta es el título de un libro escrito por John O. Stevens en 1971, y ya va , como mínimo , por las 12 reimpresiones. Su fin, digámoslo pedagógico, es explorar, expandir y profundizar en ese “darse cuenta”. Lo fundamento en sus experiencias con la terapia guestaltica que realizaba a pacientes adultos. Retiene definiciones como, “tomar conciencia”, “estar alerta” y “fluir con la experiencia” En él, su autor ha querido distinguir tres formas de llegar; darse cuenta del mundo interior, del mundo exterior, de la fantasía.

SIGNIFICADOS

Hay vocablos que tienen definiciones muy reducidas. Una, o dos a lo sumo. Otros, como la frase que nos ocupa, pueden dar mucho de si. Aparte de los significados que encontremos, por ejemplo: asimilar, percatarse, entender, advertir, observar, atender o reparar, entre otros, seria conveniente utilizarlos profundamente. Entendemos que, según Stevens, sería hacia la zona del mundo interior, incluso más aun, llegar a la reflexión, no a la mera sensación, la cual, ya es de por sí, muy importante.

De hecho, el mismo lo complementa más extensa y acertadamente. Estas son algunas palabras extraidas de su libro: ajustarse a sí mismo, descubrir su propia realidad, su propia existencia, su propia humanidad, y a sentirse más cómodo en ella. Muchas veces esto será lo contrario a lo que la sociedad, o su pareja o sus amigos estiman que nosotros «debiéramos» ser.

Es posible que si un buen número de nosotros nos ponemos en contacto con nuestra propia realidad humana, podremos formar una sociedad que sea apropiada a lo que somos, en lugar de lo que «debiéramos ser». Después de todo lo anterior, hemos llegado a lo más doloroso de la cuestión. ¿Estamos dispuestos a descubrir lo que somos?

AUTOENGAÑO

Otra pregunta que podemos hacernos, si pecamos de osadía, es: ¿hemos aceptado el autoengaño para no descubrir el vacío interior? Esta si sería una pregunta para “darnos cuenta”. Como dijo, Olivier Clerc escritor y filósofo francés, en su cuento sobre el “síndrome de la rana hervida”; nos adaptamos a algo que nos parece beneficioso. No atendemos a lo que los demás nos puedan “enseñar” u ofrecer mediante su perspectiva. Nos acomodamos sin preguntarnos lo que queremos. Nos engañamos a nosotros mismos para crear una situación confortable que nos es real. Evitamos y escapamos de lo que nos está produciendo un malestar profundo. Muchas veces cuando llegamos a este punto las consecuencias se han vuelto totalmente en nuestra contra, y el esfuerzo que requiere controlar la situación es tan grande que nos derrumbamos,

NO HAY NOVEDAD

Pero esta trampa, este autoengaño, ya se nos vaticino desde muy antiguo. En el  430 dp. de JC, San Angustin ya proclamaba;  «a fuerza de aceptarlo todo, finalmente lo aprobamos todo». En la premisa de “el darse cuenta” una de sus variantes más mortíferas, es la constante filtración de lo “políticamente correcto”. De la saturación desde varias fuentes de información  claramente sectaristas, que a fuerza de repetirlo ya no podemos dar sentido a las cosas. Este “tsunami” de vanalidad, este virus que debilita la dignidad, avanza lenta pero inexorable sin que, mira que casualidad, “nos demos cuenta”.

PODER DARSE CUENTA

A nivel individual, el aislamiento y las etiquetas de tinte fanático,  esperan  a cualquier descabellado que ose reflexionar sobre lo que siente, lo que piensa, o percibe de diferente manera. Volviendo al autoengaño individual, tampoco seria tan difícil reconocerlo. Pero es complicado para muchos terapeutas, llegar a que la persona que a veces tenemos delante, reconozca con determinación, porque no tienen el coraje de romper esta limitante tara. De hecho, algunos seguirán con el viciado código hasta el final. La habilidad personal del terapeuta funciona cuando ayuda a la persona a entra en ese estado de conciencia plena como apostilla la corriente meditativa. Entonces, el paciente mira fijamente a los ojos del autoengaño y ve como este  ignora los defectos, mientras el verdaderamente fuerte los acepta. Al final, viene la recompensa. Reconocerlos forma parte de un exhaustivo proceso de especialización de si mismo. Del aprendizaje de nuestras características y de una posterior restructuración y mejora de nosotros mismos. 

Parar y tomar conciencia

Pero “el darse cuenta” requiere de saber parar. De frenar esta sutil corriente que mantiene ocupada de cosas inútiles nuestras mentes. Pocas veces algo tan vacío ocupo tanto espacio. A veces, parar y recapacitar es casi imposible. Los cambios se han introducido de forma tan lenta que nos hemos quedado sin los recursos necesarios para poder afrontarlo, incluso una vez que tomamos conciencia. Las consecuencias desagradables aparecen y ya estamos débiles para poder hacerles frente por sí solos.

No cabe duda. Parece que ahora estamos en un “revival” de “todo es aceptable”, o del todo a cien. ¿O no es un reflejo lo que creamos de lo que somos?  Sigamos entonces con la fabulación y vivamos felices, en nuestros engaños, sin “darnos cuenta”.